LAS NIÑAS DE BIEN


 


¡Pa' qué andamos con weas! Desde muy chicas nos cagaron la cabeza ¿Cómo no? Si todo el sistema complotaba para que las mujeres estemos bajo presión el resto de nuestras vidas, el "deber ser" estaba marcado a fuego. Nos criaron para ser "niñas de bien", de esas que calificaban para ser buenas madres y esposas. En la adolescencia nos fuimos a la chucha porque debíamos cargar con una pesada mochila de exigencias cómo ser flacas, calladas, a no reírnos fuerte, "señoritas", vestirse apropiadamente, acomedidas, etc. Una cantidad de weas que mermaron nuestra autoestima generando inseguridades y competencias absurdas entre nosotras.  

En mi caso, desde temprana edad he sido disidente a la norma, a la imposición. Siempre me he rebelado contra lo establecido porque este sistema no es a mi medida (no tengo por qué adaptarme). A pesar de esto, de mi rebeldía, siempre quise encajar. Esto me produjo una enorme frustración y depresión. Crecí con muchas inseguridades; familia disfuncional, obesidad (algún día escribiré sobre esto), estándares de belleza que no podía cumplir, etc. Mi círculo en ese entonces era “cuico al peo", en este entorno todo se volvía peor porque los "cuicos" son implacables con las apariencias. 

En mi adolescencia una de mis formas de "anarquía" era maquillarme "cómo mona", parecía drag. Mi intención era generar impacto, llamar la atención. Por lo mismo las madres de algunas amigas me sindicaban cómo puta o mala influencia (mis amigas eran las "curás", yo jamás tomé). Tenía 15 años, por esto era mala, "niña de bien" jamás. 

Desde mi punto de vista la educación tradicional de la época lo único que hacía era reproducir personas en serie, sobre todo mujeres adiestradas para ser buenas en todo. En la básica estudié en un colegio inglés súper conservador donde no podías usar un "colet" de otro color que no fuera negro o azul, olvídense del jumper sobre la rodilla. Nos hacían formar en fila en los recreos para entrar a clases. Lo peor era sentarse con las piernas abiertas en la sala, era poco decoroso porque podría perturbar a los profes.  Un sistema educacional prusiano de mierda. Los niñitos por un lado, las niñitas por otro. A las mujeres nos daban clases de "técnica manual" para aprender hacer un ajuar para los futuros bebés que tendríamos, entre una serie de manualidades enfocadas al hogar. 

En la media me fui a un colegio de monjas. Teníamos clases de cocina, aprendimos de "decoupage" y a bordar. Cada vez era más evidente el condicionamiento para el desarrollo de una vida de adulta proyectada en la familia. En este punto me puse más inquieta, me castigaban haciéndome limpiar las paredes con goma de borrar para humillarme, era la "niña símbolo" de inspectoría. Recuerdo que una vez llevé a una amiga, un par de años mayor, para que se hiciera pasar por mi apoderada falsa porque me portaba inocentemente cómo la callampa (jamás fui irrespetuosa sosi). Mi mamá me pilló y me sacó la chucha, la violencia también era parte de la crianza. 

En este mundo estudiantil católico se exacerbaba lo de las "niñitas de bien". No bastando con las labores domésticas que nos enseñaban también debíamos ser devotas de la iglesia. Nos obligaban a ir a misa, cantar en un coro de mierda el "Alabaré", rezar todos los días en el "mes de María". En las conversaciones del aula saltaba a la vista que algunas de mis compañeras aspiraban a tener una familia (ojalá un marido con plata e hij@s rubi@s), no las critico era parte del sistema. El matrimonio era la máxima aspiración. Soñábamos con casarnos de blanco  y gastarnos la vida en la fiesta,  esa fiesta que algunas jamás tendríamos (ahora me importa una galaxia de pichulas). Afortunadamente, la mayoría de mis compañeras fueron a la universidad. No estábamos en los años 60's o 70's.

Así me formé y desarrollé llena de trancas e inseguridades que, en cierta medida, están presentes en mi conformación actual. Todo el yugo del "deber ser" repercutió en la manera de relacionarme con los hombres. Muchas mujeres tenemos miedo de ser desinhibidas, de expresar nuestra opinión de manera tajante, de mostrar nuestros cuerpos, entre un sinfín de weas latentes hasta el día de hoy. Crecimos culposas y moriremos culposas. Seguimos compitiendo unas con otras, quién es la más regia, la que tiene la familia mejor constituida, la mejor casa y el auto último modelo. Esas "niñas de bien" se convirtieron en "mujeres de estatus". Todo muy bien reflejado en las redes sociales. Vivimos de apariencias.

En la actualidad las jóvenes (en su mayoría) no aspiran a cumplir con el estereotipo clásico sino a ser ellas mismas. Hoy en día vivimos una sociedad más libre donde se trabaja el empoderamiento y la autoaceptación, donde converge la diferencia. Afortunadamente, muchas mujeres se han liberado de estos estándares maricones rompiendo paradigmas, rebelándose a lo establecido.  Cometen "atrocidades" cómo no depilarse, no usar sostenes, amar sus cuerpos cómo son, a decir lo que piensan, a manifestarse. A ellas les quiero decir que las admiro, sin embargo, estoy consciente que tampoco la cosa es fácil para ustedes.

Ahora nosotras, las soas, debemos trabajar en quitarnos esas trancas de mierda que nos impusieron cuando niñas. Con los años nos dimos cuenta del peso que significaron esas "normas" para ser "niña de bien". Sin duda, es difícil luchar con estos fantasmas que recrudecen, de tanto en tanto, sintiendo culpa porque no somos lo suficientemente buenas, porque en definitiva no somos buenas en todo. 

Una profesora me dijo en una oportunidad que no llegaría a ninguna parte ¡Mirá de quién te burlaste Barney!





Comentarios

Entradas populares